domingo, 31 de octubre de 2010

Testigo incriminó a más ex policías

Norberto Flores recordó cómo detuvieron a su padre,  Julián Flores, quien, según le testimonió, fue torturado con golpes y picana por el grupo de tareas de la Subzona 14. Incluso leyó un escrito que pertenecía a su padre, fallecido en 1996, donde daba los nombres de los torturadores.

En el listado leyó los siguientes apellidos: Constantino, Aguilera, Fiorucci, Guevara Núñez, Gauna, Reta, Escalada, Ochoa (los hermanos), Smith, Oficial Giménez y Reinhart. Referido a ellos, leyó una frase textual del manuscrito de su padre que rezaba: "Ese personal de policía debería estar preso por sus buenas condiciones de torturadores". El testigo entregó una copia del manuscrito al Tribunal.

Recordó que él fue llevado a la Jefatura de Policía junto a su padre, pero que una vez ahí, Reta le comunicó que podía irse. En cambio, le dijo que su padre debería permanecer para responder algunas preguntas. El testigo, que entonces tenía 36 años, recordó que pasaron 14 días hasta que volvieron a ver al padre.

Julián Flores era jefe del Registro de la Propiedad Automotor de la provincia y, a su vez, un conocido militante peronista en La Pampa. Ante una pregunta del abogado querellante Miguel Palazzani, respondió que su progenitor era amigo de varios funcionarios regazzolistas, los cuales "pudieron haber estado detenidos junto a él".

Recordó que las secuelas que le dejó la tortura a su padre fueron una costilla rota y los testículos "secos" por la picana. Por esto último realizó un tratamiento médico. El Tribunal le consultó si consideraba que la muerte de su padre, en 1996, estaba vinculada con aquellos padecimientos, a lo cual respondió que se debió a un paro cardíaco.

“Atado a un auto y arrastrado”

La testigo Marta Flores entregó al Tribunal el manuscrito original que su padre, Julián Flores, fallecido en 1996, escribió tras su detención en la dictadura (se lo someterá a una pericia caligráfica), donde detalló los nombres de los que consideró sus "torturadores": Constantino, Aguilera, Fiorucci, Guevara Núñez, Gauna, Reta, Escalada, los hermanos Ochoa, Smith, Giménez, Reinhart y Malagueño.
Su hija, recordó que a su padre lo sometieron a golpizas (una costilla fracturada), picana y otro muy particular: "Me dijo que lo ataron al paragolpes de un auto, junto con (Clemente) Bedis, y los llevaron a dar la vuelta alrededor de la Primera". Lo "interrogaban" sobre los campos y las vacas de Regazzoli.
Por su parte, Carlos Ghezzi, que estuvo preso 3 años, 5 meses y 15 días relató que le “vendaron los ojos, me ataron las manos en la espalda y en el primer piso de la Seccional Primera empezaron a golpearme en el estómago y a picanearme sin decirme nada. Me ponían algo húmedo en el cuello y en el estómago. Después sí me preguntaron por mi vida universitaria en el '75, ya que participaba de una agrupación (Faudi, ligada al Partido Comunista Revolucionario) opositora al golpe de Estado", recordó.
"A la tarde volvieron a interrogarme, aunque sin vendarme. Dos civiles, que se presentaron como el jefe y el subjefe de la Policía, creo que uno era Baraldini, me amenazaron con que vendrían otra vez los de la SIDE de la mañana si no hablaba. Al rato cumplieron, porque volvieron a picanearme. El torturador ponía los cables sobre una toalla y la iba corriendo de lugar para no dejar marcas en el cuerpo. El segundo día, el que parecía el jefe del grupo, Fiorucci, me dijo mientras me apoyaba una pistola en la cabeza: 'a vos no te tengo miedo, te voy a hacer cagar'. Yo le respondí: 'si sos tan asesino, tirá'. A Fiorucci lo había visto servil y genuflexo frente al jefe y al subjefe, cuando hasta se ofreció para pegarme. Lo trataron como a una basurita (sic) y se fue al rincón diciendo sí señor, sí señor...", afirmó.
Tras ser trasladado a La Plata, en diciembre de 1977 le iniciaron un juicio del que fue absuelto. De ese momento destacó al abogado Emir Di Nápoli por ayudarlo cuando era "muy difícil defender a un preso político" y recordó “una paliza tremenda” que allí le pegaron al Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel.
"Estos monstruos no me deben nada a mi, puedo mirarlos a los ojos porque soy una persona decente. Nadie puede hacer lo que hicieron impunemente, ellos son los que torturaban a los vecinos de su propia sociedad. A nuestros hijos y nietos hay que enseñarles qué es ser honesto, decente y tener dignidad. Esta gente no la tiene. Se puede esperar mucha más dignidad de las prostitutas que llegaron a darme ánimo, y hasta un cigarrillo en la Seccional Primera, que de ellos", concluyó.
Quienes no podrán presentarse son otros 12 testigos, entre ellos tres de las 28 víctimas de la causa: Dully Girard de Villarreal porque vive en España y tiene problemas con su documentación, Olga Edith Juárez porque falleció (había identificado a Carlos Reinhart como quien picaneaba) y Gerardo Cansen, quien vive en Uruguay y no fue localizado.
Los otros que no testificarán serán el ex juez federal Juan de Dios Uncal, Alicia De Diego y Florencio Tancoff por cuestiones de salud; Héctor Oveseika, Pablo Viguera y el policía Humberto Gorozurreta porque murieron; Valentín Bosch y Juan Brower de Koning porque residen fuera del país y Horacio Ballesteros porque no fue ubicado.

"Me pegaron con los guantes de boxeo"

Rosa Audisio fue detenida el 25 de marzo de 1976 en su casa de General Pico, mientras dormía, en un operativo que parecía destinado "a 10 o 15 personas" por la cantidad de militares y armamentos. Al otro día fue trasladada a la Seccional Primera de Santa Rosa junto a otras estudiantes de la Universidad Tecnológica (Raquel Barabaschi, Zelma Rivoira, Rosalind Gancedo). El primer día compartió la celda junto a Zelmira Regazzoli, hasta que en un momento fue retirada porque (el jefe de Policía, Luis) "Baraldini y el obispo vinieron a visitarla" a la hija del gobernador derrocado.

Audisio relató que todas las noches durante 4 ó 5 horas se escuchaban "gritos y ruidos" provenientes de arriba y que una noche una celadora la trasladó al primer piso con los ojos vendados con "una camisa roja" propia y esposada por la espalda. "Subí la escalera, entré a un cuarto y no vi nada. Noté que habría seis u ocho personas y una luz muy fuerte, como un resplandor. Me pareció como que hacían ostentación de armas, colocándolas arriba de una mesa o escritorio, y alguien que me tiraba el humo del cigarrillo en la cara".

"El interrogatorio fue incoherente -indicó-. Me preguntaban por dónde estaban las armas, por cómo habíamos matado al sereno del aeroparque de Pico... Se ve que como no entendía hice una mueca que pudo asemejarse a una sonrisa. Ahí fue cuando recibí muchos golpes en el estómago dados con guantes de boxeo. También me amenazaron con que podía aparecer en un zanjón, ir a una cárcel de Chaco o que algo les pasaría a mis familiares. Hasta que alguien dijo 'dejala, ya va a decir en la próxima’”, rememoró.

Entre los interrogadores uno tenía "un timbre de voz distinto, parecido al de un profesor de la universidad". Las celadores le dijeron que Fiorucci era el que golpeaba. Audisio contó que cada noche vivía “la sensación de que podía repetirse" y recordó ver a Barabaschi "muy golpeada". También que le decían que "podía pasarme lo mismo que ella por lo de la picana". Durante los 15 días que permaneció detenida ilegalmente durmió permanentemente vestida y no pudo bañarse.

Un día, junto a Gancedo, les dijeron que se iban. "Baraldini nos hizo firmar unos papeles y nos dijo que debíamos callarnos y olvidarnos de todo, que a partir de ese momento nuestras vidas cambiarían, que no podía volver a la facultad y que cada vez que quisiera salir de General Pico debía avisar en la comisaría". Agregó que "no había ninguna lógica" porque ella pudo seguir cursando en la UTN y otras compañeras no.

miércoles, 20 de octubre de 2010

“Los aullidos de dolor eran desgarradores”

Otra de las ex alumnas de la Tecnológica que declaró fue Graciela Espósito, quien dijo que los represores “no estuvieran” en la sala. Fue la primera mujer que llegó a las celdas de la Seccional Primera de Santa Rosa. Allí estuvo durante 14 días y supone que por algún contacto sus tíos de la capital supieron donde estaba y le llevaron provisiones. Luego llegaron Gancedo, Rivoira, Barabaschi y Audisio, entre otros.

La mujer contó que no la torturaron y que sólo la interrogaron una sola vez. Ella fue detenida apenas producido el golpe de Estado del 24 de marzo del 76 cuando estaba en la casa de Ricardo Calvo junto a Walter Neher y Carlos Llinás. "Fue un operativo impresionante, intimidante, con tanquetas y ametralladoras. Lo detuvieron a Calvo, nos preguntaron el nombre, miraron una lista, y nos dijeron vengan", afirmó Espósito.

"Yo estaba muy mal, lloraba mucho, tenía miedo de noche, porque era difícil por las torturas, los aullidos de dolor eran desgarradores. Estar de noche ahí escuchando como torturaban era muy difícil", afirmó, y recordó que eso la llevó a pedir somníferos para poder conciliar el sueño.

"Apareció un médico a verme, estaba con Baraldini, este doctor iba por Mireya y averiguó quién era mi familia y me atendió. Era (Juan Héctor) Savioli, y me dio pastillas para dormir. Savioli pasaba, no diariamente, pero sí pasaba", recordó.

Espósito al salir quedó con libertad vigilada en la localidad donde vivía su familia, Quemú Quemú, no pudo seguir sus estudios, se quedó sin trabajo y debía avisar cada vez que se iba de la localidad. "Cortaron una vida", dijo. Aunque años después pudo recibirse de docente.

El obispo Arana retaba a los torturados

La ex alumna de la Universidad Tecnológica Nacional de General Pico,  Rosalind Gancedo reivindicó la militancia social en esa casa de estudios. Le apuntó a cuatro de los acusados: Fiorucci, Cenizo, Aguilera y Reinhart, y además confirmó  que el entonces obispo Adolfo Arana estuvo dos veces con ella en su celda.

Gancedo recordó que su primera detención se produjo en enero de 1975. “Fuimos perseguidos e intimidados en General Pico, tanto en la facultad, en la calle o en mi propia casa. Fui detenida por la policía de Pico a la que acompañaba en el patrullero (el entonces diputado nacional del PJ) Carlos Aragonés. Dijo 'esta persona es de la facultad, hay que detenerla'. Me subieron al auto y me llevaron a la comisaría por alterar el orden público y el buen nombre de las personas, y se refería a él (por Aragonés)".

Relató que el 24 de marzo del 76 fue nuevamente demorada junto a sus hermanos y Raquel Barabaschi (con quienes vivía) durante algunas horas en la Seccional Primera piquense. Regresó a su casa, pero durante la noche fue nuevamente apresada, y esta vez su destino fue Santa Rosa. Fue llevada junto a Zelma Rivoira, Rosa Audisio y otros detenidos en un camión del Ejército hasta la Seccional Primera de Santa Rosa y alojada en una celda junto con Mireya Regazzoli.

"Antes de mi primera declaración recuerdo que ingresó Fiorucci con el obispo de La Pampa, me preguntó qué es lo que necesitaba. La libertad, le dije. Y me dice que si me hubiera portado bien no estaría en esa situación". Días después, cuando ya la habían interrogado, Arana volvió a la celda, pero no quiso hablar con él.

"Me lleva una celadora, Elsa, a una oficina chiquita, me coloca las esposas y me venda. Me deja en una habitación, parada. Nadie se me acerca, hasta que luego de bastante tiempo preguntan en tono amenazante por libros marxistas, por mi ideología marxista-leninista, me dicen que no somos personas, que yo no era mujer. Eran preguntas incoherentes, y me decían que ya habían confesado Raquel, Rosa, mi hermano".

"Eran ocho personas, porque había voces diferentes y pasos. La persona que me hablaba, me tiraba el aliento sobre la cara, en la venda, tenía olor a whisky, un olor desagradable. Me apuntan un arma en la cabeza y me empezaron a preguntar otra vez por las armas. El que tenía olor a whisky y voz fina, ahora sé que es Reinhart", dijo Gancedo.

"Yo contestaba sin miedo al principio, pero este Reinhart se me puso muy cerca y me dice mirá que nosotros te podemos matar, y me pusieron el arma en la cabeza. A partir de ahí comencé a tener miedo", declaró. La mujer afirmó que no le pegaron ni la picanearon.

martes, 19 de octubre de 2010

El fiscal Bonvehí no acusará por hechos anteriores al golpe

La decisión ya está tomada, aunque no fue hecha pública. El fiscal Jorge Bonvehí acusará a los imputados de la Subzona 14 sólo por los hechos ocurridos a partir del golpe militar del 24 de marzo de 1976, pero no por los delitos que pudieron haber cometido anteriormente, durante el tramo final del gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón.
Su argumento será, cuando a mediados de diciembre se escuchen los alegatos, que tiene que centrarse exclusivamente en los hechos que figuran en la acusación efectuada por el fiscal porteño Federico Delgado y que fue leída en el inicio de las audiencias. "No puede hacer otra cosa porque los represores han sido indagados por lo que ocurrió desde esa fecha en adelante", acotó la fuente.
Delgado, que redactó la acusación el 19 de diciembre de 2006, no la circunscribió exclusivamente a los hechos imputados a los represores, sino que remarcó que las detenciones ilegales y los tormentos se produjeron dentro de un determinado contexto social y económico no sólo del país, sino también de Latinoamérica.
Entre las 28 víctimas de la causa hay tres que sufrieron detenciones y tormentos antes del golpe. Todas son mujeres: Ana María Martínez, Dolly Girard de Villarreal y Raquel Barabaschi. Pero además de las víctimas hubo testigos que involucraron a algunos de los imputados en hechos previos al quiebre institucional.
¿Qué puede hacer el tribunal si la fiscalía no acusa por los hechos anteriores al 24 de marzo? Lo poco que trascendió es que los jueces han escuchado atentamente los relatos y que se han interesado en lo que pasó antes.
Ahora bien, la jurisprudencia actual de la Corte Suprema, basada en el caso Tarifeño del 28 de diciembre de 1989, indica que si un fiscal no acusa al imputado durante el debate oral y público, éste no puede ser condenado. Bajo esa mirada, el Tribunal Oral Federal debería centrarse exclusivamente en juzgar los hechos que fije Bonvehi.
Como seguramente las querellas incluirán en la acusación lo sucedido antes del golpe, la respuesta final sobre los alcances del juzgamiento quedará exclusivamente en manos de los jueces José Mario Tripputi, Mario Armando Márquez, y Eugenio Krom.

Se abre otra causa por abusos en la Subzona 14

La fiscal federal de Santa Rosa, Marta Odasso, decidió iniciar una causa de oficio por el caso de Stella Maris Barrios, quien reveló durante el juicio de la Subzona 14 que fue abusada sexualmente durante su traslado desde General Pico a Santa Rosa.  La funcionaria judicial, tomando como base lo publicado en los medios, pidió la desgrabación del testimonio de la mujer para investigar así la detención ilegal, las torturas y el abuso de los que fue víctima.
Barrios fue detenida en abril de 1976 y en el juicio contra los represores pampeanos declaró como testigo. Su testimonio fue estremecedor y también inédito, porque nunca había contado públicamente lo que le ocurrió. Dijo que le daba "miedo y vergüenza" sacarlo a la luz, y que lo tuvo "guardado mucho tiempo" por respeto a su madre, Nery Greta Sanders de Trucchi.
El abogado querellante Miguel Palazzani había pedido que se iniciara una causa de manera inmediata, pero el Fiscal de Cámara, Jorge Ernesto Bonvehí, se opuso. ¿Por qué? Aseguró que sería "dispersar esfuerzos" y pidió esperar la conclusión de las
Su caso no está entre los 28 hechos que se investigan en este proceso penal, por lo que se trata de la primera causa derivada de los hechos que se ventilan durante el juicio actual.

martes, 12 de octubre de 2010

"Reinhart tomaba whisky para torturar"

"Todos los que están aquí torturaron... y faltan algunos". Con esa respuesta Zelmira Mireya Regazzoli involucró a los nueve imputados de la causa de la Subzona 14, a Greppi, Constantino, Aguilera, Fiorucci, Reta, Reinhart, Yorio, Cenizo y Marenchino. También sumó a otros dos policías, Oscar "Miseria" López y Dionisio Gualpas, que no están involucrados en la investigación penal.

Zelmira, o Miyi, era la hija del gobernador José Aquiles Regazzoli cuando el 24 de marzo de 1976 se produjo el golpe. Ella estuvo detenida ilegalmente en la Seccional Primera, en la Brigada de Investigaciones y en la cárcel porteña de Devoto. En 1977 resolvió irse del país, cuando una vez liberada y regresada a Santa Rosa, el militar Juan José Amarante le dijo: "Seguí así, que el Río de la Plata es ancho y negro". Por ello, en su testimonio preguntó varias veces porque Amarante no es juzgado. Le dijeron que murió. Igual habían sido beneficiado con la falta de mérito.

Reveló un detalle curioso: "Yo era docente en el bachillerato nocturno y cuando me ingresaron a la Seccional Primera encontré a alumnos a los que la noche anterior les había dado clase", como el caso de Yorio y un tal "subcomisario Martiní". Respecto a dorio contó que un día éste le preguntó socarronamente "¿cómo le va profesora?" y ella respondió "a mi muy bien". El retrucó: "No se olvide que está presa". "Le recordé que le había enseñado que ni los barrotes ni las puertas pueden encerrar los pensamientos. Pero ellos no escatimaban momentos para hacerle sentir a uno dónde estaba", remarcó.

Ella no fue torturada, pero fue obligada a ver sesiones de torturas y "manoseos" en la Primera. "Fue una masacre. ¿Por qué me hicieron eso? Para intentar quebrarme", afirmó. También contó que, a través de sus padres, le pidió al obispo Adolfo Arana que frenara los tormentos. No tuvo respuesta.
 
Respecto a esas torturas contó como una noche vio que a Clemente Bedis y Julián Flores "los ataron al paragolpes de un auto y los llevaron a dar una vuelta alrededor de la comisaría. Aún hoy escucho sus gritos penetrando en mis oídos. Los habían arrastrado y, encima, después los torturaron", agregó que “con (Raquel) Barabaschi se ensañaron, querían que ella, (Rosa) Audisio y una tercera estudiante confesaran un crimen cuando la verdad era que el sereno del aeropuerto que se está construyendo en General Pico estaba de copas, se le cayó un calentador y se incendió el lugar".

"Hasta el día de hoy no puedo olvidarme al Cholo (Santiago) Covella, semejante hombrón (sic), chorreando sangre y a (el policía Ramón del Valle) Carra baldeando la comisaría". Y de Hermes Accátoli y Roberto Gil expresó que "eran albóndigas sangrantes de tanta picana". En ese listado de víctimas incluyó a Nery Greta Sanders de Trucchi, Avelino Cisneros y al fallecido Justo Ivalor Roma.

"¡No puedo decir cómo torturaban a (Héctor) Zolecio! Volvía ensangrentado -acotó-. ¿Por qué lo hacían? Porque querían saber de las vacas y los campos de mi padre. Por eso nunca lo voy a perdonar a (Roberto) Fiorucci. El vivía a la vuelta de mi casa y sabiendo que no teníamos ni vacas ni campos le preguntaba por eso. Fue una constante en los interrogatorios. También le preguntaban dónde estaba un documento. Ni yo supe decirle a Zolecio de qué documento hablaban. Hace un año supe que se trataba de un mástil de oro de tres kilos de una colecta en el 53 o 54 para hacerle un monumento a Eva Perón. Los militares se lo terminaron robando", indicó.

Sobre Reinhart la ex embajadora lanzó una frase impactante: "Para nosotros siempre fue Reinar (sic), resulta que ahora es Reijnart (arrastrando la jota). Reinhart se daba fuerza para torturar tomando whisky".

Más adelante en su relato, recordó que “en General Pico, un grupo de abogados prometió que pagándoles 2.000 pesos nos sacaban de la cárcel. Nadie pagó, excepto una persona que quedó libre" y recordó que n un momento por problemas de salud debió ser atendida; pero no la trasladaron al hospital ni a las clínicas privadas porque "hubiera sido un escándalo" tratándose de la hija del gobernador. La derivaron a la Unidad 13. "No tenía una sola parte del cuerpo sin moretones. Había perdido 10 kilos en cinco horas", detalló. Ricardo Felgueras (médico y luego diputado nacional del radicalismo), un amigo suyo, no la quiso recibir. "Llorando le dije: Coco, recibime, porque ahora se acaban las torturas". Y la recibió.

Mireya habló de su salida de Devoto, "éramos 28 mujeres y el agua caliente alcanzaba para siete; si alguien cree que eso no es una tortura, que la vaya a pasar", argumentó, y agregó que el día de su liberación la pasearon toda la madrugada en un vehículo. Ella sólo llevaba una Biblia. Padeció tres simulacros de fusilamiento. Al final la dejaron llamar a un amigo de Buenos Aires y la subieron a un taxi ("pensé que me habían boleta"). Como vio el decreto con su orden de libertad y en el mismo texto aparecía el nombre de Nelson Nicoletti, le avisó a su marido, Víctor Vlasich, para que los familiares del periodista vayan a buscarlo al penal de Rawson.

Sobre las torturas a su hermano, recordó que a él “le pegaron tanto, tanto" en los 35 días que estuvo detenido, y señaló como sus golpeadores a Cenizo, Gualpas y "El Miseria" López. “Estaban todos, y algunos faltan. Aguilera se me acercó y sentí su aliento en la nuca. Me dijo: "qué linda que estás". Todavía hoy se me revuelve el estómago.

Asimismo, en una parte de su testimonio, Regazzoli indicó que “los militares no salen a hacerse cargo de un gobierno si los civiles no van a golpear las puertas", y entregó al tribunal una copia del decreto reservado 76 del 6 de abril de 1976, en el que se nombra al actual gobernador Oscar Mario Jorge como director del Banco de La Pampa, apenas 13 días después del golpe militar que derrocó  a su padre en la gobernación. También incluye otras designaciones.

"Jorge había sido contador general de la Gobernación y Molteni, ministro de Gobierno, y el 6 de abril ya estaban jurando por el Proceso de Reorganización Nacional", remarcó indignada la testigo y agregó que el entonces vicegobernador Ruben Marín “se reunía con Camps”.

Cuando regresó a Santa Rosa a fines de 1976, le ordenaron presentarse ante el jefe de la Subzona 14, Fabio Iriart, quien abrió un cajón, le mostró cuatro carpetas y le dijo que leyera. "Estaban las cinco firmas que llevaron a mi detención porque según ellos era una guerrillera peligrosa (sic). Yo las conocía. Eran reales, no falsificadas". ¿Los nombres? María Elena Torales, la tía Nené (asesora política del gobierno regazzolista), Rubén Hugo Marín (vicegobernador), Carlos Aragonés (diputado nacional), Ricardo Telleriarte (futuro gobernador del proceso militar) y Ricardo Enrique Del Blanco (diputado provincial).

"Nunca entendí lo de la tía Nené y lo del Del Blanco. Tampoco lo de Telleriarte, porque éramos compañeros en el bachillerato nocturno y nuestro hijos iban juntos al colegio. Y Marín, tanto daño le hizo a la familia...No pudieron ser tan irresponsables. Camps se reunía semanalmente en la Legislatura con Marín, Aragonés y Torales. Ellos proporcionaron los nombres de quiénes debían ir presos. Algunos se salvaron, como (Oscar) 'Sangre' Santamarina y La Negra Alvarado", acusó.

"Los civiles fueron tan responsables como los militares y esta cúpula policial que fue entrenada para torturar, vejar y amilanar a los funcionarios del gobierno de mi padre", concluyó, una denuncia sobre los colaboracionistas civiles que ella misma ha presentado en la justicia federal porteña. La causa abierta que está a cargo del juez Daniel Rafecas.

El testimonio que impulsó la causa

El testimonio de Raquel Barabaschi, estudiante de la Universidad Tecnológica de General Pico cuando fue detenida en 1976, tuvo por un lado el tono calmo sin rencor de la víctima, pero a la vez la fuerza del alegato de una militante que desde 2004 impulsó la causa que finalmente llegó al juicio.
Barabaschi relató sus detenciones en diciembre de 1975 y en marzo del 76. De la segunda, indicó que a los pocos días del golpe militar fue apresada y subida a una camioneta junto a José Brinatti, Victorino García y otras compañeras de la UTN y trasladada a la comisaría de Pico. "A la noche comenzaron a llegar más detenidos, mis otras compañeras y compañeros de Facultad”.  A las pocas horas fueron llevados a la Seccional Primera de Santa Rosa.

"Estuve un día en una celda con Rosa Audisio y Mireya Regazzoli, y luego me llevaron a una oficina que no tenía ventanas ni colchón y tenía que dormir sentada", indicó. Allí recordó haber visto a una mujer de apellido Rodríguez que estuvo unas horas en esa oficina y que estaba "muy maltratada", y al ex ministro de Obras Públicas, Santiago Covella, al que observó muy golpeado. "Se escuchaban a la noche muchos ruidos, llantos y gritos de horror, y yo no podía comprender qué pasaba. No se podía dormir", dijo.
Después vino el terror. "Una noche llegó la celadora Nilda Storck con un paño negro acompañada de un oficial o policía de apellido Gualpas o Gauna. Me esposan, me sacan y suben por una escalera a la planta alta. Me paran en un cuarto y sin decir palabra me dan una fuerte trompada en el estómago y hacen que me caiga. No podía defenderme. Me levantan, me sientan y me ponen las esposas por detrás rodeando la silla. Me interrogaron una hora y media o dos esa vez. Dentro de la oficina había entre ocho y diez personas porque había distintas voces y pasos. Y me empiezan a preguntar a qué célula montonera pertenecía, sobre los jefes, de las armas. Me apoyaron una pistola en la sien y jalaron el gatillo", relató.
"Me dijeron si conocía la picana, ya que no quería hablar. Era la voz de (Carlos) Reinhart, pude reconocerla porque tenía voz de pito y la había escuchado antes. 'Ahora la vas a conocer', y siguieron preguntando cosas incoherentes, por los libros, los compañeros. Pude saber que estaba medio oscuro, que había una lámpara y se escuchaba una música sacra que salía de un wincofón. Ahí conocí lo que era la picana. Había un ruido como una soldadora eléctrica. Antes recuerdo que tenía un pantalón de jean y una camisa blanca. Me desprendieron los botones y el corpiño y me comenzaron a manosear. Me tomaron el cierre del pantalón y empecé a temblar, en ese momento escucho: 'Esta es tortillera'. Y pararon el manoseo, tenía 20 años y no sabía el significado de esa palabra. Esta gente es homofóbica y tal vez por eso no me violaron", comentó ante el tribunal.
"Donde primero me aplican (la picana) fue en el hierro de las esposas y se me transmitió la corriente a todo el cuerpo. Luego en los ojos, por lo que por mucho tiempo quedé con deficiencia para abrir el ojo izquierdo. También en la boca, me abrían la boca y me daban en los dientes, la lengua. Sentía que me moría. Y luego en los pechos. Después cuando me llevaron a la oficina no podía reconocer mi cuerpo, estaba con los pezones destrozados y sin poder aliviarme, sólo contaba con mi saliva porque no me podían dar agua", rememoró.
No fue la única vez que la torturaron. Barabaschi relató que fueron al menos cuatro sesiones. Posteriormente fue llevada a una celda donde quedó sola, aunque en el pabellón estaban Graciela Espósito, Rivoira, Audisio y Gancedo. Estas dos últimas por señas llegaron a indicarle que habían sufrido las mismas sesiones de tortura. La mujer relató que cantaban en el pabellón para saber que estaban todas. Era "Zamba de mi esperanza", hasta que una tarde quedó ella sola.

"Otra noche volvieron a llevarme y con el mismo proceso. Trompadas, golpes, cachetadas, interrogaban por armas y por un policía que había muerto en Pico. Yo no había ido al baño en todo el día y me oriné. Esto no lo conté antes por vergüenza, pero fue más por pudor, porque vergüenza debería darle a ellos. Entonces empecé a recibir la corriente que empezaba a subir desde mi pierna hasta mi vagina, era porque la aplicaban al pequeño charco de orín que había en el suelo. Ese fue Yorio, yo lo supe años después porque un amigo (al que luego individualizó como el oficial Atilio Navarro) de la infancia me lo confirmó porque se lo había confesado él mismo mientras se reía", dijo la víctima.

Barabaschi rememoró que pedía agua a gritos pero que las celadoras no podían dársela porque había sido picaneada poco antes y que pasó 48 horas sin beber. "Las dos celadoras, Storck y Toldo, me traían pañuelos mojados y me recostaban en sus brazos. Ahí me confirmaron que los que torturaban eran Fiorucci, Cenizo, Reinhart, Constantino, tres militares de los que sólo conocía a Baraldini". También observó en las celdas a otros detenidos como Clemente Bedis, Rodolfo De Diego, Nicolás Navarro y Justo Roma, que también fueron torturados. Dijo además que su familia pidió por su libertad ante el obispo Adolfo Arana, pero que sólo recibió como respuesta que no la habían sabido educar.
Barabaschi fue liberada en abril. "Fuimos con Stella Maris Barrios (una compañera detenida), hasta una oficina y estaba Baraldini y me dice que me tenía que dejar en libertad porque mi madre había ido a pedirle. Pero con libertad vigilada y que no volviera ni a estudiar ni a Pico. Sólo podía quedarme en Winifreda", dijo. Al hablar de Baraldini, afirmó: "Yo me sentía Pulgarcito ante esta gente".
La ex detenida recordó que tomó un colectivo con sus ropas deshechas y llegó a Winifreda. "Las cuatro cuadras que caminé hasta la casa fueron las más largas que he caminado en mi vida. Sólo quería bañarme, sacarme de encima el horror, el manoseo, la tortura", comentó.

No pudo retomar sus estudios ni trabajar hasta 1983. Cada vez que salía de Winifreda debía comunicarlo a la comisaría donde debía firmar en un cuaderno. La dictadura se ensañó además con su familia. La chacra de sus padres fue allanada por militares, como también la casa de su hermana mayor, Norma. Sus dos hermanas debieron alejarse de Winifreda, Norma para trabajar en Santa Rosa y Marita para poder estudiar y trabajar. Mientras, la familia continuó bajo vigilancia.

Luego de su relato, Raquel se levantó ante el aplauso de los presentes en la sala, que duró varios minutos, y se abrazó con su abogado, Miguel Palazzani. Las muestras de cariño continuaron en la planta baja del Colegio de Abogados por parte de amigos, familiares y militantes. Los últimos fueron sus hijos, y su esposo, Luis Barotto que estaba en la esquina ya que no puede ingresar porque debe declarar. Para la familia Barabaschi-Barotto, quedó en claro que con la declaración de ayer terminó un largo camino que comenzó a recorrerse hace 34 años.

domingo, 10 de octubre de 2010

Un cura implicado en la represión (4)

"Baraldini me dijo que si hablaba, me irían a buscar"
Fue la testigo más asustada, al punto que pidió seguridad para ella y sus hijos y se fue del juicio con el rostro cubierto para evitar fotos. Por primera vez  contó su historia, que incluye la pérdida de 15 embarazos, y el señalamiento directo al prófugo y ex jefe de la Policía provincial, Luis Baraldini, y al cura Alberto Espinal.
Ana María Martínez Roca en noviembre de 1975 fue secuestrada por ser la novia de Hugo Horacio Chumbita, por entonces docente y director del Instituto de Estudios Regionales de la Universidad de La Pampa y ambos llevados a la sede central de la Policía Federal, en Buenos Aires.  Los picanearon brutalmente y luego los trasladaron a Santa Rosa.
"Me enteré por el diario La Nación que nos buscaban. Tenía mucho miedo. No entendía qué pasaba. Nos encapucharon y nos llevaron. Nos pegaron patadas en la cabeza, en el estómago, en todo el cuerpo. Fuimos torturados en El Palomar, en una mesa de mármol con agua, en la cabeza, la boca, los pechos y los genitales", dijo y agregó: “nos trajeron a Santa Rosa en camión. Yo estaba inconsciente. Fui llevada al hospital. En esa época estaba embarazada y perdí el bebé. El único recuerdo que tengo es a un militar al lado mío, apostado como una ametralladora", detalló.
"De ahí me trasladaron a la Seccional Primera. No podía caminar. Estaba engrillada de pies y manos. Apareció mi mamá a buscarme, y habló con Baraldini porque pensó que estaba muerta. Insistió tanto en verme... tuvo una valentía fuera de lo normal. Ella murió hace un mes y gracias a ella yo estoy acá, sino estaría muerta", explicó.
Con la última frase, Ana María alcanzó a susurrar: "Esto es muy duro para mi". Y se quebró. "Cuando estaba así me fue a ver el cura Espinal. Lo único que quería saber es si era de Montoneros o andaba en algo peligroso y si sabía de las cosas que hacía Chumbita. Incluso, ese cura alguna vez fue a la casa de mi madre (cuando ella ya había sido liberada y estaba en La Plata) para ver si era cierto que vivía allí y cómo vivíamos. Yo soy cristiana, pero percibí todo. No fueron visitas de cortesía, me interrogó".

Y continuó. "En la cárcel aprendí a caminar de nuevo. Me sacaban al pasillo a la fuerza. Decían que no vería a mi madre hasta que no caminara -enfatizó-. Llegué a pesar 40 kilos. Por las secuelas (de las torturas) perdí 15 embarazos, hasta que tuve otros dos hijos. Es la primera vez que hablo de esto. Lo tuve guardado durante muchos años.”, relató.
Antes de ser liberada, Baraldini le dijo que si hablaba la “iban a buscar y a matar”. "Espero que esto no sea contraproducente para mi y mis tres hijos. Yo vivo para ellos. Me dijeron que nunca dijera nada porque sino me iban a buscar. Simplemente vine a La Pampa a conseguir trabajo como recién recibida. Y este fue el regalo", concluyó.

Testiomonios contra los represores de La Pampa (3)

"Me aplicaban picana en las piernas y los senos"
Nery Greta Sanders de Trucchi, una ex empleada estatal que durante la dictadura militar era contadora fiscal del Ministerio de Obras Públicas, fue detenida cuando la Subzona 14 investigaba supuestas irregularidades en licitaciones durante el gobierno del peronista José Aquiles Regazzoli.
En esta oportunidad, ratificó “en todo”  su declaración realizada en 1984 en el sumario administrativo contra los represores pampeanos y señaló a dos de sus torturadores: Roberto Fiorucci y Carlos Reinhart, sin titubeos, aunque entre lágrimas, con serios reproches hacia la Justicia. “Esto es un cuento de no acabar, no sé para que sirve contar todo esto. Es la cuarta o quinta vez que lo hago. No entiendo a la justicia de mi país".

Sanders recordó que fue detenida en enero de 1977 cuando varios policías fueron a su casa y al no encontrarla le informaron a su marido, que también era suboficial, que la llevara a la Seccional Primera. "Al llegar me hicieron pasar y me esposaron y me vendaron los ojos. Pregunté qué pasaba y me dijeron que ya iba a entender. Subí una escalera, me llevaron a una habitación y me empezaron a preguntar. Buscaban dentro de mi trabajo si conocía hechos delictivos de funcionarios", indicó.
La mujer relató ante la emoción de su familia: "Les dije que no sabía nada y comenzaron a castigarme. Me ponían la picana, y yo preguntaba porqué me hacían eso, y siguieron. En un momento me quedé sola y había un hombre al lado, sentí una mano que me toca y me sobresalté. Era un hombre que empezó a manosearme, le dije que me dejara y siguió pellizcándome hasta que volvieron los otros".

La víctima estuvo detenida entre 50 y 60 días en la Seccional Primera. Los primeros cuatro o cinco sufrió torturas durante la noche. "Me decían lo que me iba a pasar si seguía sin hablar, en un determinado momento a un hombre que me aplicaba la picana en las piernas y los senos, le pedí que terminara, que todo era verdad y me devolvieron a la celda. Firmé un papel sin saber qué decía", recordó, y agregó que luego de que le aplicaran la picana eléctrica no la dejaban beber agua y que vió en las celdas de la Primera a otros torturados, como el ex sindicalista Augusto Menghi y al ex estudiante de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNLPam, Carlos Ghezzi. También a otra mujer que "estaba en muy malas condiciones y no querían llevarla al hospital".
En su declaración hubo otros nombres conocidos: el médico policial Máximo Pérez Oneto, que la revisó cuando ya había sido "blanqueada", y el actual jefe de Policía, Ricardo Baudaux, que le pidió cuando estaba comunicada nombres de testigos para su causa judicial, ya que estaba como escribiente.

Continúan los testimonios contra los torturadores (2)

Accátoli señaló a dos torturadores

    Hermes Accátoli era diputado provincial pampeano cuando fue detenido en la madrugada del 24 de marzo de 1976 en General Pico, La Pampa, y como testigo contra los represores de la Sub Zona 14 denunció a Roberto Fiorucci y Néstor Cenizo como los que lo torturaron en dos oportunidades.
 
    La primera habría sido el 6 de abril del 76. “En horas de la tarde nos retiraron junto con Gil del penal, estábamos encapuchados, vendados y con las manos esposadas. Descubrí que estar vendado y encapuchado te agudiza los sentidos y traté de prestar atención, creí que nos matarían" dijo, y contó  que fueron llevados fuera de la ciudad, hicieron un trayecto por ruta que luego supo era la número 5 y hacia la comisaría de Catriló cerca de la capital pampeana.

    “Hubo una primera tanda de golpes en la cabeza, con una cachiporra. Ahí ví que se pueden ver realmente las estrellitas. Me dieron puñetazos en el estómago y hubo un alocado interrogatorio sin orden. Me dieron corriente eléctrica en las esposas. Ahí se me rompió el pantalón y me lo ataron con un hilo. Cuando me lo acomodaban, juguetearon con la picana en mis glúteos. Me preguntaban por qué los diputados se habían aumentado la dieta. Y nosotros, con Gil, habíamos votado en contra de eso. También donde están las armas, el cargamento de armas. Y sobre la Universidad Tecnológica de General Pico, y algo sobre la masacre de Ezeiza".

    Fue en ese momento que pese a estar encapuchado identificó a dos de los que lo torturaron. "Aparece una voz que la registré muy especialmente porque era parecida a la de alguien de mi entorno. Me provocó sobresalto. Era la que ordenaba el interrogatorio", aseguró. Luego le pondría rostro cuando en la Seccional Primera ingresó un oficial de aspecto "gardeliano" y al saludar a los policías escuchó que tenía el mismo timbre. Cuando volvió a la Unidad Penal, al intercambiar datos con sus compañeros de detención, supo que era Fiorucci.
También detalló que en un momento se le salió un poco la venda y pudo "ver algo, las patitas de una mesa y los zapatos de un represor que escribía lo que decía, de un color rojizo, muy bien lustrados, fue mi única visión".  Días más tarde un oficial de policía lo fue a ver a la Brigada de Investigaciones porque se había enterado que había dicho que había sido golpeado, ahí pudo sabe quién era el otro que participaba de las torturas: "Vino un señor joven que se presentó como el oficial Cenizo, amablemente me preguntó si era verdad que habíamos sido golpeados. Al mirarle el calzado supe que eran los zapatos del que escribía en el interrogatorio y se lo dije, y quedó como cortado".

    Accátoli dijo que en Catriló también torturaron a Gil, y comentó que de su compañero escuchó “gritos desgarradores, fue colocado en una 'parrilla', mojado y picaneado. Luego me mostraría que tenía el estómago absolutamente morado y además rengueaba".

    En septiembre de aquel año fue llevado a la cárcel de máxima seguridad de Trelew, donde estuvo hasta el año siguiente. Mientras se encontraba encarcelado, denunció que su familia y la de otros compañeros de prisión recibieron la "propuesta" de dos abogados de la ciudad pampeana de General Pico, para sacarlos de la cárcel a través de sus contactos si les pagaban.
La denuncia fue contra el ex intendente de esa ciudad durante la dictadura, José Marrero, y Fernando David García, ambos con vínculos con la Iglesia. La acusación ya la había hecho pública Accátoli en el 84, lo que generó una causa en su contra. El declarante indicó ante los jueces: "el hecho sucedió durante una reunión con los dos abogados, estaba mi esposa, mi suegra, la hermana de Covella, la esposa de Gil y la hermana de Ferrari. Durante una visita que me hicieron a Trelew me contaron la propuesta y les dije que no se les ocurriera poner un solo peso. Pedían un dinero por adelantado, el 50%, y un 50% a 'contra entrega del paquete'. Los cálculos que hacía mi familia era que esa plata era igual a vender un Renault 12 modelo 74 que teníamos, con dos años de antigüedad".

Testimonios sin fisuras contra los torturadores (1)

Baraldini estaría  en el país

El represor Luis Enrique Baraldini, ex jefe de Policía de La Pampa durante la dictadura militar y acusado de secuestros y torturas por integrar el grupo de tareas de la Subzona 14, es el gran ausente en el juicio que se lleva a cabo en el Colegio de Abogados contra nueve ex oficiales que fueron sus compañeros.
Baraldini está prófugo desde que en octubre de 2003 la justicia reabrió la causa de la Subzona 14 y detuvo a los represores pampeanos por crímenes de lesa humanidad. Si bien se sospechaba que estaría en Bolivia, donde reside una hija suya y tendría importantes contactos, finalmente se considera que Baraldini está en el país y no en Bolivia.
De hecho, tiene familia en Capital Federal y en Santa Rosa. Las sospechas de que ha visitado en algunas oportunidades la capital provincial siempre han existido.