Rosa Audisio fue detenida el 25 de marzo de 1976 en su casa de General Pico, mientras dormía, en un operativo que parecía destinado "a 10 o 15 personas" por la cantidad de militares y armamentos. Al otro día fue trasladada a la Seccional Primera de Santa Rosa junto a otras estudiantes de la Universidad Tecnológica (Raquel Barabaschi, Zelma Rivoira, Rosalind Gancedo). El primer día compartió la celda junto a Zelmira Regazzoli, hasta que en un momento fue retirada porque (el jefe de Policía, Luis) "Baraldini y el obispo vinieron a visitarla" a la hija del gobernador derrocado.
Audisio relató que todas las noches durante 4 ó 5 horas se escuchaban "gritos y ruidos" provenientes de arriba y que una noche una celadora la trasladó al primer piso con los ojos vendados con "una camisa roja" propia y esposada por la espalda. "Subí la escalera, entré a un cuarto y no vi nada. Noté que habría seis u ocho personas y una luz muy fuerte, como un resplandor. Me pareció como que hacían ostentación de armas, colocándolas arriba de una mesa o escritorio, y alguien que me tiraba el humo del cigarrillo en la cara".
"El interrogatorio fue incoherente -indicó-. Me preguntaban por dónde estaban las armas, por cómo habíamos matado al sereno del aeroparque de Pico... Se ve que como no entendía hice una mueca que pudo asemejarse a una sonrisa. Ahí fue cuando recibí muchos golpes en el estómago dados con guantes de boxeo. También me amenazaron con que podía aparecer en un zanjón, ir a una cárcel de Chaco o que algo les pasaría a mis familiares. Hasta que alguien dijo 'dejala, ya va a decir en la próxima’”, rememoró.
Entre los interrogadores uno tenía "un timbre de voz distinto, parecido al de un profesor de la universidad". Las celadores le dijeron que Fiorucci era el que golpeaba. Audisio contó que cada noche vivía “la sensación de que podía repetirse" y recordó ver a Barabaschi "muy golpeada". También que le decían que "podía pasarme lo mismo que ella por lo de la picana". Durante los 15 días que permaneció detenida ilegalmente durmió permanentemente vestida y no pudo bañarse.
Un día, junto a Gancedo, les dijeron que se iban. "Baraldini nos hizo firmar unos papeles y nos dijo que debíamos callarnos y olvidarnos de todo, que a partir de ese momento nuestras vidas cambiarían, que no podía volver a la facultad y que cada vez que quisiera salir de General Pico debía avisar en la comisaría". Agregó que "no había ninguna lógica" porque ella pudo seguir cursando en la UTN y otras compañeras no.
Audisio relató que todas las noches durante 4 ó 5 horas se escuchaban "gritos y ruidos" provenientes de arriba y que una noche una celadora la trasladó al primer piso con los ojos vendados con "una camisa roja" propia y esposada por la espalda. "Subí la escalera, entré a un cuarto y no vi nada. Noté que habría seis u ocho personas y una luz muy fuerte, como un resplandor. Me pareció como que hacían ostentación de armas, colocándolas arriba de una mesa o escritorio, y alguien que me tiraba el humo del cigarrillo en la cara".
"El interrogatorio fue incoherente -indicó-. Me preguntaban por dónde estaban las armas, por cómo habíamos matado al sereno del aeroparque de Pico... Se ve que como no entendía hice una mueca que pudo asemejarse a una sonrisa. Ahí fue cuando recibí muchos golpes en el estómago dados con guantes de boxeo. También me amenazaron con que podía aparecer en un zanjón, ir a una cárcel de Chaco o que algo les pasaría a mis familiares. Hasta que alguien dijo 'dejala, ya va a decir en la próxima’”, rememoró.
Entre los interrogadores uno tenía "un timbre de voz distinto, parecido al de un profesor de la universidad". Las celadores le dijeron que Fiorucci era el que golpeaba. Audisio contó que cada noche vivía “la sensación de que podía repetirse" y recordó ver a Barabaschi "muy golpeada". También que le decían que "podía pasarme lo mismo que ella por lo de la picana". Durante los 15 días que permaneció detenida ilegalmente durmió permanentemente vestida y no pudo bañarse.
Un día, junto a Gancedo, les dijeron que se iban. "Baraldini nos hizo firmar unos papeles y nos dijo que debíamos callarnos y olvidarnos de todo, que a partir de ese momento nuestras vidas cambiarían, que no podía volver a la facultad y que cada vez que quisiera salir de General Pico debía avisar en la comisaría". Agregó que "no había ninguna lógica" porque ella pudo seguir cursando en la UTN y otras compañeras no.
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